Cuando se habla de lujo en el ámbito de la hotelería, a nivel mundial, nos llega a la mente irremediablemente imágenes de pisos de mármol, personal uniformado con guantes blancos, espacios amplios con flores naturales, grandes candelabros, etc.
El lujo hotelero así se concibió desde hace más de 120 años y mayormente se lo debemos a John Jacob Astor IV, el magnate de Nueva York que viajó como el hombre más millonario a bordo del legendario Titanic, ya todos conocemos el trágico final de esta embarcación y de sus tripulantes, pero antes de ese terrible día, había construido un emporio hotelero bajo la marca St. Regis, principalmente en la Ciudad de Nueva York.
1. El nacimiento del lujo hotelero: mármol, guantes blancos y exclusividad
Gracias a Astor IV existen aires acondicionados, elevadores, Butlers y Bloody Marys en los hoteles del mundo. Eso era lujo en aquellas épocas.
Los turistas y viajeros buscaban espacios ostentosos, pulcros, espaciosos, imponentes a la vista, llenos de personal uniformado y sonriente donde cruzar la puerta giratoria de entrada implicaba pertenecer a una clase social diferente y en consecuencia se comía, bebía y entretenía de forma diferente: el lujo siempre acompañaba a esta clase social, no se buscaba ocultarlo o minimizarlo, al contrario, se buscaba dejar claro que se trataba de esa clase social que dictaba las modas y tendencias de la vida sibarita al principio del siglo XX.
La hotelería siempre fue un espacio ideal para poder crear momentos y lugares arquitectónicamente diseñados para albergar ese lujo, elegancia y mundo sibarita que era muy importante para esa sociedad culta y preparada.
No estoy diciendo que sea clasista; eran otras épocas, otras formas de ver la vida y otras formas de convivir en sociedad, otros ideales y otros valores, claramente otras necesidades.
Esta idea de lujo se mantuvo por muchos años, sin embargo, algunos sucesos sociales y económicos abrieron la posibilidad de hacer muchos diferentes tipos de hotelería de lujo, donde la parte tangible era importante pero ya no ocupaba la mayor relevancia, pensar en poder vivir o experimentar eventos únicos o difíciles de repetir se empieza a convertir en el lujo de la sociedad de los años cincuenta y sesenta: poder ver a Elvis Presley en vivo, estar en la serie mundial de beisbol y en la hotelería experimentar una cena de gala en la terraza del hotel X o Y empieza a ser importante para la sociedad.
2. ¿Qué hace que una experiencia sea considerada un lujo, más allá del dinero?
El lujo se transforma en aquello que unos pueden hacer pero otros no, generando una sensación de pertenencia a un grupo social que tiene acceso a este lujo y la sensación de escasez a otras personas que a pesar de tener capacidad económica para pagar grandes cantidades, se quedan fuera de una experiencia.
El lujo también es oportunidad, momento y contactos, así funcionó el lujo hotelero durante más de 30 años, llegando a los años 2 miles, que nuevamente se transformó, ahora el lujo hotelero se siente, se vive, no es tangible, es el cúmulo de sensaciones que otras personas nos hacen sentir.
3. Lujo en la era digital: emociones, personalización y conexión humana
Para explicar mejor este punto, aquí unos ejemplos:
- Es lujo el silencio y el aire fresco de una montaña para un oficinista de una gran ciudad
- Es lujo la privacidad y respeto a los espacios personales para una celebridad
- Es lujo que te consientan mientras se dirigen a ti por tu nombre y te ofrecen las cosas que te gustan sin preguntarte nada
- Es lujo dormir sin ser interrumpido por un teléfono, un claxon o una secretaria.
El lujo se ha transformado a lo largo de los años y hoy es el conjunto de acciones que permiten a los huéspedes sentirse especiales, únicos y apapachados; donde esperan repetir las sensaciones y las personas, no los espacios y los sonidos, no los sabores y los ambientes, como antes nunca, las personas que atienden las necesidades de un huésped, cliente o comensal son los agentes de cambio para el lujo hotelero de la era digital.
Ustedes, ¿qué opinan?

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